sábado, 3 de septiembre de 2011

Disney

Hay cosas que están siempre ahí. Desde bien pequeños, siempre hay alguien dispuesto a enseñarnos las cosas verdaderamente importantes de la vida. A decirnos que pase lo que pase tenemos que luchar por nuestros sueños, porque estos van a volverse realidad. Que siempre debemos hacer caso a nuestro corazón, aunque al principio no le creamos, pues siempre tiene razón.

Nos enseñan el valor de la amistad, de la familiar, del amor… De la lucha. Y de no rendirse nunca. Nos terminan enseñando a descubrirnos a uno mismo. El valor. La valentía. El verdadero significado de una mano tendida y una cálida sonrisa.

Luego, cuando crecemos, las cosas parecen tomar un cariz diferente. Al igual que creces y dejas a tu lado tus juguetes, dejas atrás muchas más cosas. Y muchas veces no te das cuenta.

De pequeña, las pocas películas de Disney que vi, las guardo en mi memoria, (bueno, vale, guardar es algo relativo si se habla de mi memoria). Pero se con certeza que me gustaban, lo que podía disfrutar, y ante todo me hacía reír: porque todo era real como la vida misma.

Ahora, no hay una película de Disney que vea sin que se me salten las lágrimas. Me resulta difícil ver lo que realmente había olvidado. Darme cuenta de lo que me he ido dejando por el camino.


“Solo quiero que seas feliz, decidas lo que decidas.”


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