A veces, las cosas que
menos se planean son las que más divertidas resultan.
Hace un par de semanas
salió el tema de conversación de los mercadillos medievales. Hablo claramente por
mí, pero es que, ¿a quién lo le gusta un mercado medieval?
Hace ya un mes, en Rivas,
hicieron publicidad sobre un mercado medieval. Rivas, aunque para algunas cosas
está bien, no es pueblo de mercados medievales. Y si ya te dicen que es en el
h2ocio… sospechas más. Pero bueno, como tampoco tenía nada mejor que hacer, fui
a dar una vuelta y a ver el mercado que habían puesto.
Y oye. Si por mercado medieval
entendemos un par de casetas con pinta de medieval. Genial. Era un mercado
medieval, solo que, no sé, me esperaba algo más. Y, evidentemente me quedé con
ganas de mercadillo medieval, claro.
Entonces, volviendo al
punto en que hablábamos de mercadillos medievales, sí, me disperso un poco, nos
pusimos a mirar cuál quedaba relativamente cerca. Y es que señores, cerca es un
término muy relativo. Recordad eso siempre. Encontramos un mercado medieval que
estaba en Villalbilla, que mirando, parecía estar cerca de Alcalá de Henares,
por lo que nos pareció una gran opción.
Pero lo fuimos dejando
los fuimos dejando y nos acordamos a la hora más intempestiva posible.
Volviendo de madrugada a casa tras el concierto de Luar na Lubre. ¿Para cuándo?
Para la mañana siguiente, bueno, teniendo en cuenta que eran las dos de la
mañana, para dentro de unas horas.
El plan parecía un poco
cogido por pinzas. De Alcalá de Henares al pueblo eran 5 km y no sabíamos como
recorrerlos, así que pensamos que, bueno, andando se podían hacer. ¿Andando?
Cómo se nota que era de madrugada. Pero al parecer había un autobús que te
acercaba, y haciendo el calor que hacía, mejor ir en bus, ciertamente. No sé
muy bien como lo hicimos, pero finalmente, Albertito y yo nos pusimos de
acuerdo para la mañana siguiente ir a la aventura.
Antes de salir de casa me
armé de botellas de agua y con mi sombrillita. Porque cuando aprieta el sol termino
roja, y no es muy agradable. Bueno, lo más complicado era que, viniendo
Albertito de Madrid, y estando yo en Rivas, cogiéramos el cercanías a la vez.
Pero como somos unos craks, lo conseguimos estupendamente, sin tener que
esperar ni bajarse Albertito del tren. Un aplauso para nuestra coordinación,
por favor.
Rápidamente llegamos a
Alcalá, pero no sabíamos donde se cogía el autobús. Entonces, la caseta de información
turística se iluminó llamándonos, y resolvieron todas nuestras dudas. Pero
había un problema: el autobús salía en 10 minutos. Así que, aunque Alcalá es
muy bonita, la pasamos bastante rápido, temerosos de que se nos fuera el
autobús. Y sí, era un temor, porque los autobuses en domingo, que van a pueblos
remotos salen cada mucho, mucho tiempo.
En poco tiempo llegamos a
Villalbilla. Y no, no nos pasamos de parada, ni nos perdimos, ni nada por el
estilo. Somos unos aventureros de calidad. El mercado estaba bastante bien, como
podéis ver en las fotos. Incluso había puestecitos para comer y uno que me
sorprendió mucho de fruta y batidos naturales. Eso sí que es sano. Estuvimos
muy entretenidos con unos ingenios de lógica que Albertito resolvía fácilmente
mientras yo me sentís super torpe.
También, dimos una vuelta
por el pueblo, que la verdad era bastante bonito, a pesar de ser nuevo. Pero,
mientras volvíamos de dar la vuelta a la parada del bus veíamos como el bus se
marchaba. Ante la idea de estar en la parada una hora esperando fuimos a dar
otra vuelta y esta vez nos topamos con un parque. Sí, un parque con columpios.
Y por supuesto que nos montamos en los columpios. Me sentí como una niña
pequeña de nuevo. Una niña pequeña con agujetas porque o estuvimos demasiado
tiempo columpiándonos, o tengo peor forma de la que pensaba.
Cuando se iba acercando
la hora del autobús volvimos a la parada. Ya muertos de hambre y con una GRAN
urgencia por lavarnos las manos. Pero iba pasando el tiempo y el autobús no
llegaba. No hacía mucho calor y un juglar de mercado estaba haciendo malabares
a nuestra vista pero teníamos hambre. Y el autobús no llegaba. De hecho, cada
minuto que pasaba me acordaba más de Galapagar, solo que en vez de frente a un
cementerio, estábamos frente al mercado medieval.
Finalmente, mientras nos
planteábamos volver andando, vino el bus. Nos enteramos de que el anterior
había sufrido una avería y por eso el retraso, pero estábamos ya en el bus, no
nos importaba. Una vez de vuelta en Alcalá fuimos a comer en un bar que vimos a
la que volvíamos y que tenía buena pinta. ¡Y vaya si la tenía! Hacía tiempo que
fuera no comía tan bien por tan poco. Incluso nos invitaron a un chupito, que
fue sin alcohol, porque no nos dejaron rehusar. Lástima que no me quedase con los datos...
Después emprendimos la
vuelta, esta vez sí, tranquilamente y dando un agradable paseo. Parándonos a
ver algunas cosillas y disfrutando del tiempo: nublado y con airecito. No obstante, otro día volveremos para ver única y exclusivamente Alcalá.
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