viernes, 11 de noviembre de 2011

El Conde de Montecristo

23:53 del jueves 10 de noviembre. Justo acabo de apagar el lector pues he terminado de leer el Conde de Montecristo.

Este libro ha sido recomendado por una persona muy importante para mí. Desde que comencé a leerlo hasta ahora, alrededor de una semana, muchísimas cosas han cambiado. Y estos sucesos, para bien o mal, han marcado el libro también. Un libro no solo es especial por lo que te trasmite, sino por lo que vives junto a él. Además, llevaba un tiempo sin leer nada y eso me ha hecho volver a coger un libro con unas ganas que no recordaba tener.

Tengo decir que, en mi incultura, no conocía la historia pero desde luego eso no ha sido un impedimento a la hora de leerlo y sin duda, disfrutarlo. Por eso jugaba con la ventaja del no saber qué iba a pasar. Y ha sido estupendo.

Es tan completo que me ha hecho llorar, reír, enfadarme, desesperarme… Y, haciendo un guiño al autor (XD) tengo que confesar que en todo momento en que este se dirige directamente al lector, esbozaba una sonrisa. Además, bueno, aviso, a partir de aquí, se revelan partes de la trama, no muy importantes, ya que apenas serán esbozos, pero quería dar el aviso.

Lealtad & Venganza

La primer parte del libro sencillamente me conquistó. Te describen a Edmundo como una persona sencilla, pero sencillamente feliz, está contento con los que tiene, las personas que le rodean y lo que ha conseguido. Pero poco tiempo le dura la dicha. Y a pesar de apenas haberle conocido, mientras van a encerrarle, sin decirle siquiera de que crimen se le acusa, se te encoje el corazón. Mientras lloras a la vez que Edmundo su suerte, conoces al abate Faria, el cual me parece, sin duda, uno de los personajes más entrañables del libro y de hecho de mis favoritos. También el final de sus días apresado me resultó tremendamente triste, aunque, al final es así como consigue ser libre.

Después de todo esto Edmundo deja de ser Edmundo para convertirse en el Conde de Montecristo. Aquí, quiero citaros una descripción que hacen de él que, sencillamente, me impactó:

Como hemos dicho anteriormente, el conde, fuese prestigio ficticio, llamaba la atención en todas partes donde se hallaba; no era su frac negro sencillo y sin condecoraciones; no era su chaleco blanco sin ningún bordado; no era su pantalón, de cuyo botín salía un pie de la forma más delicada, los que llamaban su atención; eran, sí, su blanca tez, sus cabellos negros y rizados ligeramente, su rostro sereno y puro, sus ojos profundos y melancólicos, en fin, su boca dibujada con una delicadez maravillosa, y que sabía tomar tan fácilmente la expresión del mayor desdén, lo que hacía fijar en él todas las miradas.

Podía haber hombres más apuestos; pero seguramente no los habría más significativos (permítasenos esa expresión); todo en el conde quería decir algo y tenía su valor; porque la costumbre del pensamiento útil había dado a sus facciones, a la expresión de su rostro, y a sus gestos insignificantes, una flexibilidad y una firmeza incomparables.

Y además, el mundo parisiense es tan raro que no hubiera dado a esto ninguna importancia, si no hubiese habido debajo de todo ello una historia dorada por una inmensa fortuna.”

Otra de mis partes favoritas del libro se produce cuando el Conde conoce en Roma a Alberto de Morcef y a Franz d’Epinay y soluciona el secuestro del primero por unos ladrones. A pesar de la gravedad que destilan los sucesos, creo que me han parecido de las partes que más me han hecho reír, sobre todo, los primeros esbozos del personaje de Alberto de Morcef. También se suceden unos capítulos ambientados en el Carnaval, a mi parecer, preciosos de tal forma que no puedo evitar pensar en lo que me hubiera gustado estar allí para verlo.

Después y hasta casi el final del libro nos ubicamos en París donde asistimos a la venganza del conde contra aquellos que provocaron su encierro mientras podemos leer la evolución de este. Me asombra ver cuán brillantemente entretejido tiene sus planes, todo calculado al milímetro sin dejar nada al azar y afirmando ser la Providencia. Y a la vez que me asombra, me aterra y se me hace difuso ver donde actúan sus planes y donde la casualidad. A la vez leal amigo de quienes fueron sus amigos e implacable confabulador contra aquellos que le traicionaron. Pero en cualquier caso vas viendo cómo se van presentando los personajes, quiénes son realmente y qué significan para el conde, todo se entrelaza, hasta que tienes varios sucesos con diferentes personajes que se van entrecruzando pero de forma que ninguna te resulta tediosa y que siempre quieres saber más.

Pero por supuesto, tengo mis favoritos: Valentina y Maximiliano que me conquistaron casi desde el principio y que me han tenido sufriendo hasta casi el final porque, aunque parecía obvio el desenlace, yo veía pasar páginas y páginas y no pasaba… Lo que han sufrido los dos… Su historia, de amor y desamor, me ha parecido preciosa!! Y el momento en que Valentina promete esperarle… Y sin olvidar a Julia y Manuel que, aunque tienen bastante menos protagonismo, desgraciadamente, también me han conquistado. Y por último, que no menos importante, Haydée, además de por quién es y lo que hace, porque ella en sí es una nueva oportunidad, es la libertad, la redención.

También tengo que destacar que, en un momento dado, el conde soborna a un empleado del telégrafo para falsear un mensaje. Se trata de un hombre que vive con un sueldo muy malo y un trabajo que no le permite dedicarse a su verdadera pasión: la jardinería. Debido a que le despiden, cosa ya prevista y solucionada con un GENEROSO soborno del Conde el hombre puede comprarse una cada con un jardín. El último pensamiento del conde para el hombre es el siguiente: “Acabo de descubrir el medio de librar a un jardinero de los lirones que le comían sus albaricoques.

La última parte del libro es completamente adictiva y no sabría quedarme con ningún momento de ella porque todos me parecieron sublimes. Aunque si tengo que elegir, serían, y esto sí que es un spoiler gordo, cuando Mercedes va a hablar con Edmundo, haciéndole ver que sabía quién es realmente todo este tiempo y le ruega que no mate a su hijo, con quien Edmundo se va a batir en duelo, junto con el capítulo del duelo en sí. Sublimes.

En resumen, me ha encantado. Desgraciadamente, es un tipo de literatura al que no me he acercado y el libro en sí no tiene pérdida, si lo lees, te enganchas. Quiero ver alguna película o serie, que creo que me comentaron que había, a ver como les han caracterizado ¡qué me muero de curiosidad! Os dejo, para concluir y hacer de esto un hábito, mis citas favoritas del libro, comenzaré por las dos que más me han hecho reir, el resto, por orden de aparición:

Estremeciose Renata al oír la palabra cortar, porque la hierba en cuestión, tenía una cabeza sobre los hombros.”

“-¿Creéis que ese haya sido capaz de escribir la carta?

-No, lo que él hubiera hecho era darme una puñalada.

-Eso es muy español. Una puñalada sí, una bajeza no.”

Conversación entre el abate Faria y Edmundo Dantés.

“-Adivino tus pensamientos, Fernando, querrás venga en él los desdenes míos… querrás desafiarle… Pero, ¿qué conseguirás con esto? Perder mi amistad si eres vencido, ganar mi odio si vencedor. Créeme Fernando, no es batirse con un hombre el medio de agradar a la mujer que le ama.”

Mercedes a Fernando.

-La filosofía no se aprende. La filosofía es el matrimonio entre las ciencias y el genio que las aplica. La filosofía es la nube resplandeciente en que puso Dios el pie para subir a la gloria.

Abate Faria

“-A cambio de tu ayuda te ofrezco algo invaluable.

-¿Mi libertad?

-Nos pueden quitar la libertad, como tú ya sabes. Te ofrezco el conocimiento. Todo lo que he aprendido.”

Conversación entre el abate Faria y Edmundo Dantés.

“-Bien caballero. Veo que a pesar de la reputación que tenéis de hombre superior, miráis todas las cosas desde el punto de vista mezquino y vulgar de la sociedad, empezando y acabando por el hombre, es decir, desde el punto de vista más estrecho que le está permitido abrazar a la inteligencia humana.”

El conde de Montecristo a Villefort

“-Te equivocas, Señor, yo no amaba a mi padre como te amo a ti. Mi amor hacia ti es otro amor. Mi padre ha muerto y yo no he muerto y si tu murieras, yo moriría contigo.”

Haydée al conde de Montecristo.

“-Cuando cierro los ojos, veo todo lo que he visto. Hay dos miradas: la mirada del cuerpo puede olvidar a veces pero la del alma recuerda siempre.”

Haydée a Alberto Morcef

"Con la cabeza inclinada, los brazos caidos, aterrado con el paso de veinticuatro años de recuerdos, Montecristo no pensaba ni en Alberto, ni en Beauchamp, ni en Chateau Renaud, ni en ninguna de las personas que le rodeaban: pensaba solo en aquella mujer que había ido a pedirle la vida de su hijo, a la que había ofrecido la suya, y que acababa de libertar por la confesión de un secreto de familia, capaz de extinguir para siempre en el corazón de aquel joven el sentimiento de piedad filial. 'Siempre la Providencia, murmuró, ¡oh! ¡desde hoy si que estoy persuadido de que soy el enviado de Dios!'"


"-Los amigos que perdemos no reposan en la tierra, Maximiliano, están sepultados en nuestro corazón, y es Dios quien lo ha querido asi para que siempre nos acompañen. Yo tengo dos amigos que me acompañan siempre también. El uno es el que me ha dado la vida, el otro es el que me ha dado la inteligencia. El espíritu de los dos vive en mí. Les consulto en mis dudas, y si hago algún bien, a sus consejos lo debo. COosultad la voz de vuestro corazón, Morrel, e inquirid de ella si debéis continuar poniendo tal mal semblante."

"-Es propio de los espíritus débiles el ver todas las cosas a través de un velo. El alma se forma a sí misma en sus horizontes. Vuestra alma es sombría, y os presenta un cielo borroso."

Ambas del Conde de Montecristo a Morrel.

"-La muerte, como la vida, tiene secretos de dolor y voluptuosidad. Todo estriba en conocerlos."

Morrel al Conde

Carta de despedida del conde de Montecristo a Morrel:

"Decid al ángel que va a velar por vuestra vida que ruegue alguna vez por un hombre que, semejante a Satanás, se creyó un instante igual a Dios, y ha reconocido con toda la humildad de un cristiano, que solo en manos de la Providencia está el poder supremo y la sabidría infinita. Sus oraciones endulzarán quizás el remordimiento que lleva en el fondo de su corazón. Sólo el que ha experimentado el colmo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es preciso haber querido morir, amigo mío, para saber cuán buena y hermosa es la vida."

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